Made in Bangladesh. ¿Cuántas veces hemos encontrado una
etiqueta con esta frase en unas zapatillas o en una camisa? La explotación
laboral afecta a la fabricación de un gran número de los productos que
consumimos en nuestra vida cotidiana. La ropa deportiva de Adidas, la alfombra
del salón o los vaqueros Levi´s son sólo algunos ejemplos.
La fórmula de las grandes multinacionales para abaratar
costes es sencilla. Las cuestiones de administración, gestión e imagen de marca
(diseño y comercialización) se desarrollan en países ricos. La producción se
lleva a cabo por empresas subcontratadas situadas en países empobrecidos. Esto
se debe a que en estos países, la legislación laboral apenas está desarrollada
y, si lo está, no se aplica con firmeza por miedo a perder atractivo para los
inversores extranjeros. La explotación se instala en los modos de producción
como algo cotidiano y los explotados, los más pobres y débiles, tienen pocas
opciones: trabajar en condiciones lamentables o ejercer la mendicidad.
Cada día, 240 millones de niños de todo el planeta van a
trabajar en lugar de ir a la escuela. Son niños a los que se les roba su
infancia. Pero no son sólo los niños los que sufren la explotación laboral. Las
mujeres representan entre el 60 y el 90% de la fuerza laboral en las cadenas de
producción de los países pobres. Trabajan con contratos temporales y en
condiciones higiénicas y sanitarias insalubres, no cobran horas extra y pocas
tienen cobertura por desempleo, según informes de Intermón.
Casos como los de Adidas o Nike son ya muy conocidos pero
existen muchos otros, quizá más sorprendentes. Una investigación realizada en
Turquía demostró que una empresa subcontratada por Benetton en Estambul emplea
a niños de entre 9 y 13 años para confeccionar ropa con un sueldo de 60 euros
al mes. Esto mientras Benetton, en una campaña publicitaria lanzada hace un
año, conmemoraba el Convenio de los Derechos de los Niños, en el que se
reconoce el derecho de éstos a ser protegidos contra la explotación económica.
China, maquiladora de Nike |
El proceso es lento. Cuesta mucho cambiar determinados
hábitos instalados en la vida cotidiana. "Lo que parece claro es que la
iniciativa para combatir la explotación debe salir de la sociedad, de las
personas", afirma Cabrera. "La gente busca recetas. Nos llama y nos
pregunta dónde debe comprar. Pero no se trata de que yo diga dónde hacerlo o
no, sino de que uno se informe, se acerque al comercio y pregunte. Hay que
hacer presión a pie de calle".
Existen otros instrumentos para combatir la explotación.
Favorecer el comercio justo, el desarrollo de las organizaciones sindicales en
los países empobrecidos y hacer cumplir las cláusulas sociales de los
trabajadores a las empresas exportadoras.
Setem denuncia que también los centros de producción de
grandes empresas españolas se están trasladando a Marruecos y al Sudeste
Asiático. Las autoridades se desmarcan del problema. Pero es el consumidor y
sus hábitos de compra y consumo lo que podrá generar un cambio real en el
comercio internacional. Solidaridad y consumo son dos conceptos separados que
hay que unir.
Gisel Ducatenzeiler
CCS. España
Convenio La Insignia / Rel-UITA
9 de agosto de 2004
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